La casa inconclusa

Entre las ruinas de esa casa inconclusa
bajo un techo sin puertas ni ventanas
como llamados por el instinto gregario
acudíamos al ritual del fuego

En un trance de colores y movimientos otorgados por el aire
hablábamos de estrellas, de creencias, de viajes imaginarios

Matábamos dioses antiquísimos, los ahogábamos,
les prendíamos fuego,
los enterrábamos a conciencia

De esas muertes conseguimos el fruto maduro
necesario para el vino de nuestras botellas
compartidas de boca en boca, como hermanos sedientos
cómplices en la soledad de una noche
en casa de nadie, nuestros cuerpos y sus sombras
a medias la botella, la juventud y la vida

Abrimos caminos diversos hasta lo absurdo
universos divergentes unidos por la música de las ideas
donde el negro y el blanco son parte de una cebra

Demoler el mundo para volver a construirlo
parecía ser nuestro propósito
pero no, no terminaríamos con esas piedras
la vida es demasiado corta y lenta
como una gotera que cesa cuando acaba el invierno

La luminosidad en lo nocturno nos arrojaba visiones espectrales
todo parecía dilucidado en esa combustión de apagarnos lentamente junto a las brasas

En ese amanecer de un final ilusorio
divisé una loica en la rama de un aromo
su cantar rojo y amarillo ardiente
como una primavera lujuriosa

Pero ahora estaba solo
por un camino de tierra
caminaba a ninguna parte




"El triunfo de Baco" o "Los borrachos" (1628-1629) de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660).